domingo, 25 de octubre de 2009

Ciencia arte y stalinismo: LA Zdhánovchina

La « Zhdánovchina», es decir, la influencia del dirigente comunista Andréi Zdhánov sobre el mundo intelectual (informe Zdhánov), nació también de un temor profundo ante la atracción que los integrantes del mismo sentían por el mundo cultural e intelectual de Occidente. En consecuencia, se produjeron duros ataques del mundo oficial contra el formalismo o el esteticismo como expresiones contrarias al «espíritu de partido» o demasiado vinculadas con el mundo occidental y, sobre todo, desde de 1949 se condenó el «cosmopolitismo». Lo verdaderamente nuevo de este período del estalinismo, con respecto a la preguerra, fue, en efecto, la radical hostilidad a cuanto significara contacto con el exterior y, en especial, con Occidente. Stalin convirtió así el «cosmopolitismo», no sólo en algo a evitar o en un defecto, sino incluso en un delito perseguible y penable por la autoridad. En el terreno científico, se procuró la identificación absoluta con la ortodoxia política de las más variadas teorías científicas. En dos terrenos concretos el intento de hacerlo fue particularmente acerbo. En la lingüística, el propio Stalin intervino en contra de Marr, un especialista que había muerto hacía quince años y cuya ortodoxia era tanta que había defendido la tesis de que la lengua era un fenómeno de clase. En botánica, Lyssenko tuvo a su favor, desde el punto de vista de los intereses del régimen, el hecho de que prometía una excepcional capacidad de desarrollo futuro para la agricultura soviética. En realidad, se trataba tan sólo de un detractor de las leyes mendelianas a las que calificaba de «burguesas». Sus teorías eran puras patrañas nacidas de otorgar a los fundamentos del marxismo-leninismo una virtualidad en materias botánicas, de las que carecía por completo. Lo que sorprende no es tanto que este tipo de personajes pudiera existir, como que sus tesis fueran aprobadas y luego promovidas por el Comité Central o el secretario general del partido como la única fórmula compatible con la ortodoxia. El propio Stalin polemizó sobre cuestiones de lingüística con los especialistas y patrocinó supercherías como las de Lyssenko. Por la misma época atribuyó a Rusia, con nulo fundamento, la mayor parte de los inventos de la ciencia moderna. Ésa es la mejor prueba de que el nacionalismo estuvo muy vinculado con los propósitos de restauración ideológica. Imprimir

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